El muro (1993-94), Ostinato (1996), Sílice (1996) y el Tarot de Marseille, libro de artista elaborado con Jeannine Worms (1996), forman parte de una nueva etapa en la obra de la artista en la que, hasta ahora, había predominado la pintura. En un momento fundamental de ruptura, la artista, en un gesto radical redujo a cenizas un gran número de cuadros. Pero este auténtico auto de fe significa una renovación, casi una Aufhebung en sentido hegeliano, ya que es en «el muro de las cabezas quemadas», hecho de tierra y de ceniza, donde la pintura metamorfoseada va a seguir viviendo. ¡De ahí procede la fuerza de estas cabezas; de esas miradas brillantes que no ocultan su verdad secreta! Y además, el muro -prueba de un acto de creación que no existe sin la nada- también es un memento casi barroco.
El Ostinato lo recuerda a su manera: lo que se crea, se recrea y se repite, será llevado cada vez –por la propia vida. Manzanas, polvo, tierra -la serie de la Sílice es otra metáfora tangible del mismo proceso. Esta es la regla de la serie, característica de las obras expuestas: el centenar de cabezas, de miradas, de manzanas, remiten al infinito, pero recuerdan a la vez la particularidad de cada elemento y, por consiguiente, la existencia individual. La obra de Olga Luna también es un trabajo de «reconstitución», que tiene en cuenta la desaparición, la ausencia, una historia quizá, que intenta recuperar a través de las permutaciones.
Esto siempre la ha llevado a elaborar un «atlas» de los fenómenos de la vida y de sus resultados: miradas, rostros, ternuras, deseos, historias… Claroscuro, vida y muerte, positivo-negativo: seguramente no son términos opuestos en la obra de Olga Luna, sino que aparecen supeditados uno a otro como el molde y el moldeado, el soporte y la impronta, el negativo y la prueba. El Tarot de Marseille, con los textos de Jeannine Worms, es otro testimonio de la íntima relación que existe entre la nada y la tierra: sol y luna, fuerza y templanza, el enamorado y la muerte -todas las cartas han sido pintadas con el mismo material, la tierra.
Susanne Klengel, septiembre de 1997